Siete Velos


I.

“En toda la obra de esta artista, existen dos denominadores comunes: Uso y abuso del color, como sello personal, y además, todos los escenarios son construcciones en el vasto imaginario de la autora. Su estilo es un tanto naif, y sus personajes revelan la incertidumbre de un mundo que aún no comprende con firmeza.” decía un recorte de la sección cultural de algún periódico de renombre, donde además se destacaban sus datos biográficos, y una visión general acerca de su obra.

“Visión general” eran las palabras que había utilizado el cronista, pero pensándolo bien me digo que debería de haber escrito “visión particular”, puesto que esa una opinión, en todo caso sólo la suya, y su opinión no son todas las opiniones, salvo que ese cronista sea un egocéntrico y crea que todo gira en torno a su pensar y su sentir, puesto que los hay; los hay. El generalizar en todo caso, me resulta una tarea un tanto simplista, puesto que estaría reduciendo al colectivo humano, con mil y un identidades diferentes, a una masa informe en la cual nadie sobresaldría por sí mismo.

Podría darse el caso, entonces, que este cronista devenido en crítico de arte sea un egocéntrico. Aunque, no estaría mal que fuera un egocéntrico. Pero este crítico de arte parece ser, un ególatra. Es que ser egocéntrico, tan mal no está, reflexiono, al fin y al cabo yo soy el centro de MI mundo. Y así debe de ser. Pero el ególatra cree que el es el centro del mundo de Todos. Ahí incurre en un error.

II.

Lo cierto es que acá estoy yo, por entrar a la muestra de la artista en cuestión, veré su obra y decidiré si me gusta o no, la analizaré como me plazca. Y quizá coincida con el crítico de arte del periódico. Pero quizá discrepe completamente.

Comienzo mi recorrido. Tiene razón el crítico, los colores atrapan por completo, pero ¿acaso hay algo más maravilloso que cada lienzo sea un universo de colores? “Lo que pasa es que un cuadro tan colorido no vende”- reflexiono ahora, y pienso que quizá la crítica de ese señor estaría destinada a un público consumista. Cierra bastante, esto último – me digo. – Pero el arte no se consume, se siente – este es el error en el que incurren aquellos que caen en el rigor de pintar lo que la gente quiera ver, escribir la novela que a la gente le va a encantar. Eso es un esfuerzo, el artista debe hacer lo que siente. Ese es el verdadero arte. El otro es un (no sé pero no es arte en sí mismo).

Lo cierto es que esta pintura utiliza el color como recurso, y son combinaciones que aunque estridentes, se equilibran, opuestos con complementarios. También es una característica de estas obras la ausencia de la perspectiva perfecta, ella usa la perspectiva como un collage de planos y dimensiones.

III

“Siete Velos: Amira, Raquel, Leah, Simona, Celeste, Wash, Ana.”

Siete Velos. Es la última obra del recorrido. Debo alejarme a una distancia prudencial, porque las dimensiones de la obra son muy grandes, para poder apreciar la composición en su conjunto.

Siete velos, siete mujeres veladas, algunas simbólicamente y otras literalmente. Como Amira, que está representada por un velo verde, y bajo el mismo se asoman unos rizos. Hay una fogata, pero no me doy cuenta en donde está situada. Porque aparece otra mujer, atada a un poste, con un sambenito amarillo, propio de las condenadas a la hoguera. Sobre ella, hay distintos símbolos: Una Menorah, un Sion, una cruz y una svástica. Sobre la cruz un montón de ángeles señalando a esas mujeres, como apiadándose de lo que quizá estaría por ocurrirles. Luego, la figura de inconfundible del hombre morocho de bigotito negro, y unas letras dispersas que formaban las palabras “Mi lucha”. Luego, el símbolo del feminismo, con una tachadura en pinceladas de sangre, órganos sexuales masculinos y femeninos también destinados a esa gran hoguera.

Me quedé absorta mirando las escenas, y los objetos, y una palabra me resonaba: “Represión”. Sin duda, ese lienzo era la represión en su forma más demoníaca. Siete mujeres reprimidas, por distintas causas, en diversas eras históricas.

Indudablemente para mí, esta es una obra que Denuncia. Quizá ese fue el sentido que la pintora quiso dar a Siete Velos.

Los efectos estaban muy bien logrados, eran las mujeres, en medio de sus represores, en este caso representados por el fuego, la censura, el ser más monstruoso de todos los tiempos, y ellas como desvelándose en ese entorno, tratando de quedar en primer plano, y los represores, cada vez más borroneados y difusos.

Anna Donner © 2009
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