Yo fui discriminada por judía.

Yo nací de casualidad. Mi abuela con mi papá de siete años de edad, Dios mediante, pudieron tomar el último buque que salía de Europa en el año 1939. De no haberlo hecho, habrían perecido en alguno de los campos de concentración nazis. Y como es obvio, yo tampoco estaría acá escribiendo.

Mi abuela llegó sola con mi padre porque mi abuelo había venido al Uruguay un tiempo antes. Llegaron sin idioma, era el comienzo del año escolar, y mi abuela contaba “lo inscribí en el Instituto Crandón”

Mi madre es uruguaya, porque mis abuelos maternos habían llegado de Polonia en la década del 20. Eran siete hermanos, mas sólo tres se salvaron porque se animaron a abandonar Europa y partir a un país que ni siquiera sabían bien sus coordenadas. El resto, fue bien escéptico a pesar del clima de tensión que allá se vivía, muchos decían “Moriremos todos”, pero ellos habrían pensado, supongo, “No será para tanto”, porque nadie podría imaginar la tragedia que se nos venía. No irían a dejar sus pertenencias, sus fuentes de trabajo, porque aquello creían no pasaría. Mas en su fuero interno yo creo que sí sabían, estarían aterrados, y se resignaron, al comenzar a tener noticias de las primeras deportaciones, a “centros de trabajo”, que eran centros de muerte. Todos perecieron en los malditos campos de concentración y de exterminio: ancianos, mujeres y niños. Eso implicó que todos los hermanos que quedaron más sus padres, más sus hijos, niños o bebés, fueron todos masacrados.

Mi abuela vivía sus dos hermanos, mis tíos abuelos. Yo pasaba mucho con ellos, sobre todo en los calurosos estíos, porque no teníamos casa en ninguna parte, y mis padres trabajaban todo el día. Desde pequeña, apenas me mostraron aquel álbum en sepia, con las fotos de todos sus muertos, entre las que había de ancianos, mujeres, y niños, entre las cuales una de ella era de los mellicitos y su hermanito, hijos de una de sus hermanas. La foto era lineal, eran los tres rostros de los niños, en línea, y habían muerto en las cámaras de gas.

Desde entonces tuve absolutamente claro el horror de la Shoa; tan incorporado tengo el tema del Holocausto….

Todas las historias familiares que me contaba mi abuela eran acerca del saqueo de sus campos, de la quema de sus casas en los famosos “pogromos”, y ellos que debían mudarse constantemente, perdieron todas sus tierras, ambas familias, paterna y materna, durante la primer guerra mundial.

Desde pequeña tengo muy arraigado un sentimiento de pertenencia a una Cultura, esta unión está dada puesto que para sobrevivir 2000 años hemos tenido que permanecer unidos, y nos refugiábamos en las tradiciones, y otros, no nosotros, en los rezos, la religión.

Me siento orgullosa de mis raíces.

Y en este país, Uruguay, yo fui discriminada por judía. No estábamos en los 40, ni en los 50, ni en los 60, ni en los 70 ni en los 80, corrían los años 90.

Yo soy una profesional, Analista de sistemas, y aquello sucedió cuando acudí a una entrevista de trabajo, tenía unos 28 años. Lo hicieron de la manera más dura. Pero yo era ingenua, porque de haber sido hoy, me levanto, les tiro todos sus malditos muebles, y les digo ¡RACISTAS!

Yo me presentaba a un cargo técnico, y llevaba el currículum, creía que como en todos los otros lugares, la entrevista sería de trabajo.

Pero aquella nefasta mujer que me entrevistó, comenzó su cuestionario inquisidor:

- Donner Rybak, ¿qué origen tienen estos apellidos?

-Donner es alemán y significa Trueno, y Rybak es polaco y significa Pescador.

-¿Nieta de inmigrantes? – yo asentí.

- ¿Dónde nacieron tus abuelos? – insistía, y yo me iba percatando hacia dónde se dirigían esas preguntas letales.

-En Polonia.

-¿Cuándo emigraron?

– En 1939.

-¿Por qué emigraron?- En ese instante hubiera querido escupir en el rostro de aquella diabólica mujer, que tenía el descaro de preguntar por qué un barco había llegado de Europa en el año 1939 cargado de inmigrantes.

Al descubrir su incisiva y dolorosa pregunta decidí no hacérselo fácil, así que seguí su juego.

-La situación económica estaba muy mal.

La mujer comenzó a descontrolarse porque yo no le decía aquello que ella quería oír. Lentamente, se iba enfureciendo y volvió al ataque:

-Pero, ¿polacos cristianos o polacos judíos?

Y yo respondí, más bien ¡grité ORGULLOSA!: “¡JU-DI-OS!”.

Visto ahora desde mi madurez, en ese mismo instante debería de haberme parado, y haberle dicho en su cara que yo no trabajaría con xenófobos, y una cuantas cosas más, me hubiera sentido muy aliviada, pero aún yo, si bien ya recibida de Analista de Sistemas, y habiendo trabajado en varios proyectos de consultoría, había muchísimas cosas que desconocía. Por eso, me quedé petrificada, un nudo se me hizo en la garganta, tuve ganas de llorar, pero no se me descolgó ni una sola lágrima, eso sí, cuando salí, y volví a la oficina un compañero me preguntó que me había pasado y entonces lloré a moco tendido. El quería consolarme, y decía que no debería haberme preguntado por “eso”, pero lo hacía por mí, para que no me sintiera tan lastimada.

Anna Donner Rybak © 2011

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