En blanco.

La mujer se olvidó de la letra, y de los acordes. Tampoco puede hacer más palabras ni se le ocurre ningún sueño, es que perdió la imaginación.
Alguien ha borrado su memoria .Ya no vuela, todo es como es y de ningún otro modo posible.

La mujer está pintada en un cuadro y su sonrisa congelada en el tiempo.
Sus sueños son desvanes vacíos, ella busca algún objeto, pero sólo queda algún trasto viejo que alguien ha dejado allí.

A veces se le crea una ilusión vana, quizá el viento mueve por un instante alguno de los trastos y ella se engaña con un movimiento efímero. Igual, tiene un breve lapso de felicidad, hasta que descubre la farsa.

El desván tiene paredes mohosas, esas manchas también quieren engañarla, pero ella ya lo sabe y no les presta atención. Alguien ha dibujado muchas rayas en esa pared, y las fue tachando, hasta que llegó el día de su libertad. Alguien pasó sus días, semanas, y años en aquel infame lugar, pero por lo visto sobrevivió. Eso le da esperanza, si alguien pudo, ella debería intentarlo, al menos.

De repente siente su cuerpo, es un lugar frío, y su vestido de fino algodón, la tela se va rasgando por el paso del tiempo, pero ella se las ingenia para abrigarse como puede. Es su instinto de supervivencia.

Hace mucho que no corta su cabello y le llega hasta sus pies. Ha perdido la noción del tiempo. A veces un tenue resplandor le indica una luz que podría tener restos de sol, ella aún diferencia los tubos lux mortecinos.

No recuerda cómo llegó allí, sólo tiene la evidencia de que ahora ahí está. Sólo hay un colchón desvencijado, con olor a humedad. Siente su cuerpo entumecido, helado, acalambrado.
Aún puede mover sus extremidades pero no es ingenua: sabe que cada vez estará más rígida. Apenas se puede mover, y ni su sangre circular. Algunos sonidos guturales aún puede emitir, es un ejercicio que practica de vez en cuando para cerciorarse que aún algo le queda.

¿Quién la llevó allí y porqué? No lo recuerda, pero la incertidumbre la desvela. Su pecho está anudado, no recuerda su nombre, sólo un número. ¿De qué tiempo ella ha venido? ¿Será que las personas ya no usaban más nombres y se identificaban por números y series? Qué ilusa, como si alguien pudiera contestarle.

Se toca para descubrir algún indicio. Su piel no está demasiado arrugada, por lo que deduce que aún no es tan vieja.

Cuando cierra sus ojos sólo ve unos mosaicos muy bonitos de muchos colores. ¿Qué significan? No lo sabe, sólo están siempre ahí. ¿Será que fue lo último que su retina grabó antes de ser introducida en el calabozo? Dudas y sólo dudas.

–“¡Algo habrás hecho! - ¡Ahá! -¿Cómo no recuerdas?- ¡Pero tú no tienes vergüenza!- ¿O crees que de lo contrario estarías aquí?-”.

Anna Donner ©2009
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