Mía




I.
-¿Cuántos años tiene?

-Ocho.

-¿Y va solita? – Mía está subida a Rey, con su bombacha y botas de montar.

-Sí, ella anda desde chiquita.

-¡Pero es divina!- Exclama sorprendida la señora Márquez.

Mía, al igual que todos los demás jinetes, está pronta junto con Rey para desfilar.

Mía es una nena de rizos de oro, y ojos aguamarina. Se la ve tan segura sobre Rey, tan pequeña y tan tierna…

Mía es una niña buena, cuida a sus primas más pequeñas, juega con ellas.

Mía es una niña buena porque papá le dio mucho amor.

Papá adora a Mía, y la cuida como su propia hija, pero ahora….

Cuando papá se enamoró de Silvia, la aceptó incondicionalmente. Ella tenía una pequeña hija, y ni sabía quién era el padre.

Papá adoró a Mía desde el primer día. Cuidó de ella durante siete años. Incluso después que Silvia lo abandonó, dos meses después, para irse con otro hombre.

Un día, golpearon a la puerta. Papá preparaba la cena, y Mía abrió. ¡Mami, Mami! – se colgó del cuello de Silvia.

-¡Tené cuidado, Mía, que recién salgo de la peluquería! – dijo molesta Silvia.

Papá, tuvo un terrible presagio.

II.

-¿Cómo estás, Silvia?- le dijo papá, y la invitó con un trago.

-Muy bien.

-Se te ve muy linda.

-Ah, gracias. Es que conocí a alguien y nos vamos a casar.

-¡Felicitaciones! Vos sabés que te quiero, y te deseo lo mejor.

-¡No me importan tus felicitaciones ni tus deseos!- repuso molesta, Silvia. A continuación se dirigió a Mía:

-Mamá vino a buscarte, ahora vamos a estar juntas…

-Silvia, ¡no me hagas esto, te lo pido por favor!- dijo papá.

-¡No es tu hija! ¿Qué te metés en lo que no te importa?

-¿Me vas a decir que ahora te importa tu hija, después que la dejaste conmigo y te borraste, y nunca más viniste a saber de ella? ¿Sabés cuántas veces me preguntó por “Mamita”? Y yo le decía, “Mamita tuvo que viajar por trabajo”, y Mía me decía “Extraño a mami, papito”. ¡Sabés cuánto me llevó sacarle la pena! ¡Claro que no sabés, si no tenés corazón!

-¡No tengo tiempo para estupideces! Dejate de sensiblerías. Es ¡mi hija y no tuya! ¡No tenés ningún derecho sobre ella!

-La cuidé, le enseñé a caminar, le leí cuentos todas las noches antes de dormir, la inscribí en la escuela, y me decís que ¡no tengo nigún derecho! ¿Y vos? ¿Qué creés? ¿Qué porque sos la madre biológica podés ahora salir de la nada, y arrancármela como si nada?

Silvia se miraba las uñas recién pintadas, mientras papá, desesperaba.

-Me importa una m. lo que pensás. ¡Mía! ¡Vamos a buscar tus cosas!

-Silvia, te lo pido por favor, no me hagas esto. ¿Necesitás guita? ¡Te doy lo que quieras!

Silvia hizo de cuenta que no escuchaba nada.

-¡Mía, no traigas todo, mami te compra!

Mía, en silencio, fue a su habitación, y en una pequeña mochila rosada, puso su remera de Barbie, un osito rosado, y cuando estaba juntando la ropa interior Silvia le dijo:

-¡Con eso basta! ¡Vamos que estoy apurada!

-Chau, papito.

-Chau mi amor.

III.

Mía estaba tan feliz… Al fin mami había venido a buscarla… y la abrazó.

-¡No seas molesta! ¡No ves que mamá va salir esta noche y tiene el peinado perfecto!

-Perdoname, mamita.

Silvia se detuvo frente a una casa de madera, y abrió la puerta rápidamente.

-¿Qué esperás para entrar? – le dijo a Mía.

-Perdoname, mamita.

-¡No sabés decir otra cosa!

Mía entró, y Silvia le señaló una habitación.

Había un sobre de dormir.

-¿Mami, y mi cama?

-Mami te va comprar ¡todo un juego de dormitorio rosado, como el de Barbie!

-Mamita, te quiero tanto…

Unos fuertes golpes, casi derriban la puerta de entrada.

-Mamita, están golpeando..

-Ufa, ¡ya se, Mía!

Silvia abrió. Un hombre ataviado con una campera de cuero, tachas, y muchos tatuajes entró.

-Hola, mi amor- le dijo Silvia.

El hombre, sin responder, vio a Mía, que lo observaba con sus ojos aguamarina.

-¡Y esta gurisa quién es! ¡No te dije que no quiero a nadie más acá adentro! – dijo enojadísimo el tipo.

-Es mi hija.

-¡Cómo! ¿Tenías una hija, desgraciada, y no me avisaste nada? ¡Ahora que! ¿Tengo que alimentarlas a las dos?

-Tranquilizate, Richard. No es lo que pensás.

-¡Y vos qué carajo sabés qué pienso yo!

Silvia no respondió.

-¡Te hice una pregunta!- acto seguido, Richard se dirigió hacia Silvia, y le dio una bofetada.

-¡No le pegues a mami!- gritó Mía.

Richard, con los ojos desencajados, reparó en la vocecita infantil. A continuación, cambió radicalmente su tono.

-¿Cómo te llamás?

-Mía…

-Tenés unos ojos muy lindos, Mía- dijo Richard. Y le acarició los rizos.

-Vos no me gritás, mami me grita….

-Mami te grita, porque mami es mala, por eso le pegué. Perdoname- le dijo Richard a Mía.

Silvia se dirigió a Richard y lo abrazó.

-Richard, traje a la nena porque tuve una buena idea para nuestro futuro, no te enojes por favor.

-¿Qué idea? ¡Una gurisa lo único que me va traer son más problemas de los que ya tengo! ¿Está pronta la cena?

-¿No íbamos a salir?

-Oíme bien, hija de .. ¡No vamos a ninguna parte! ¡Quiero la comida!

-Ya te preparo, mi amor.

-¡Qué! ¿No tenés preparada la cena? ¡Trabajo como un burro todo el día y vos andás loqueando por ahí, y llego a mi casa, me encuentro con que tenés una hija, y no está la cena! - Richard le dio una piña que fue directo a la cara de Silvia.

-Perdoname, mi amor, ya te preparo.

IV.

Papá se desesperó desde el día que Silvia se llevó a Mía.

Al día siguiente, se comunicó con Silvia, para decirle que visitaría a Mía.

-¡Oíme bien! ¡No es tu hija y no tenés más nada que ver con ella! ¡No la vas a ver más!

-¡Pero qué te molesta!- decía papá.

-¡Claro, querés arruinar mi matrimonio!

-¿Y eso qué tiene que ver?

-¿Sos o te hacés? Si Richard me ve con vos, me va dejar, ¡tarado!

Todo lo que hizo papá por ver a Mía fue inútil. Trató de ir a buscarla a la escuela. La maestra ya se la iba a entregar, cuando llegó Silvia muy nerviosa.

-¡Vos sos enferma! – insultó Silvia a la maestra.

-¡Que le pasa señora! ¡Si es el padre de la niña!

-¡Qué padre ni padre! – Silvia giró la cabeza media vuelta y le dijo a papá- Hijo de tu m. ¡así que acá mentiste! ¡Este señor no es el padre de esta niña, pero yo sí soy la madre!

-¿Y si es la madre porqué nunca vino por acá, Señora?

-Escuchame bien, vieja metida, no preguntes lo que no es asunto tuyo.

-¡Usted disculpe, Señora, pero el señor, aunque usted diga que no es su padre, es quien todas las tardes desde que está en la escuela, ha venido a buscar a esta niña!

-Mirá, vieja, desde hoy, la que va a venir a buscar a Mía soy yo. Y si se la das a este ¡te denuncio, vieja! ¡Me entendiste!- acto seguido agarró a Mía del brazo y se la llevó a rastras.

-Tenés que hacer la denuncia Juan- le dijo la maestra a papá.

-No me sirve de nada, en este país la madre es La Madre. Y yo ni siquiera soy su verdadero padre… - a papá se le caían las lágrimas.

-Juan, ¡cómo decís eso! ¡Claro que sos su padre! ¡Padre no es el que la engendra, padre es el que la ama, la cuida! Juan, yo tengo una conocida en Montevideo, te voy a averiguar.

V.

Unos gritos despertaron a Mía en la mitad de la noche. Se levantó, con su pijama rosado, y fue al comedor.

-¡Grandísima h.d.p! – gritaba Richard. –¡Todavía que te mantengo y no te deshiciste de la gurisa!

- Esto lleva tiempo Richard, pero vas a ver, no vas a tener que trabajar más, vamos a poder vivir en Miami.

-¡Todo muy bonito, pero para cuándo!

-Vos sabés que la tramitación es lenta.

Richard, como era su costumbre, le pegó varias bofetadas a Silvia.

-Esto va para que te apures en los trámites- dijo, como si nada.

-¡Mamita! ¿Estás bien?

-Sí, Mía, ¡no seas pesada! Haceme un favor. Salí de mi vista.

-Pero mami, ¿qué te hice?

-¡Andá a dormir ya!

VI.

Otra noche, a eso de las 2 a.m. Mía escuchó que la puerta de su dormitorio se abría, sigilosamente.

-Sh…. Richard a vos, nunca te va pegar, ¿sabés?

-¿Por qué le pegás a mi mamá?

-Porque tu mamá es mala. ¿No ves cómo te grita? Pero Richard no te grita. ¿Verdad que Richard no te grita?

-No.

-Richard es tu amigo.

-Ah.. pero no me gusta que le grites a mi mamá.

-Bueno, si te portás bien Richard no le va gritar más a mamá.

-Yo me porto bien- dijo Mía.

-Si te portás bien hoy y hacés lo que Richard te va pedir.

Richard comenzó a bajar el pantaloncito de piyama de Mía.

VII.

-¡Mi amor, no es cierto, con él no pasa nada!

-¿Qué no pasa nada? Vi como el tipo te miraba el c.,¿ te creés que soy idiota?

-Pero no pasó nada mi amor.

Richard estaba fuera de sí. Se sacó el cinto.

-¡Sacate la blusa!

Silvia estaba inmóvil.

-¡Sacate la blusa, c.!

Silvia comenzó a desabotonarse y Richard con sus propias manos, desgarró toda la prenda.

-¡Ponete de espaldas!

Y le dio uno, dos, tres, cuatro, cincuenta latigazos con su cinto de cuero.

La espalda de Silvia chorreaba sangre.

-¿Te quedan ganas de hablar con él?

-Mi amor no pasó nada…

-¡Todavía me mentís, h.d.p!

Richard sacó una navaja.

.Oíme bien, malparida, la próxima vez te mato. ¡Me entendiste!

TRES MESES DESPUES…

VIII.

-¿Usted es Juan Núñez?

-Efectivamente- respondió papá a la llamada telefónica.

-Le estamos hablando de La Seccional. Lo vamos a molestar, pero ¿puede pasar por acá?

Papá salió desesperado.

-Señor, tenemos una niña que pide por usted.

¿Se llama Mía?

-Sí, efectivamente.

-¿Y cómo Mía llegó acá?

- Es una larga historia, señor. ¿Se acuerda del terrible choque de la semana pasada? Lo dieron en todos los informativos.

-Últimamente no estoy viendo T.V.

-Entraron en colisión un ómnibus de COT, con un Renalut colorado, que venía a más de 250 km/h. Fue un choque frontal. En el auto viajaba una pareja joven. Murieron en el acto. Cuando vinieron a reconocer los cadáveres, nos dijeron que tenían una niña en su poder. Seguimos todos los rastros, y con la ayuda de los investigadores, llegamos a una agencia de tráfico infantil. La niña había sido vendida por 20 mil dólares. Desmantelamos la organización, todos sus miembros serán procesados. Y esta niña, Mía, pregunta por Ud.

-¿Puedo verla?

-Por supuesto señor, pase por acá.

-¡Mía!

-¡Papito! ¡Papito! Mamá me dejó en el pelotero, y me dijo que volvía enseguida, y luego vino una señora morocha, que me dio caramelos, y me llevó a una casa, donde había un tobogán, hamacas, y muchos niños, y me puse a jugar. Pero después vino la policía, y me trajeron. Papito, ¿por qué no vino mamita?

-Mía, mamita se fue de viaje.

-¿Se fue y me dejó?

Anna Donner Rybak © 2010
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